¿Alguna vez has escuchado o dicho frases como… “Te lo dije”, “Siempre te digo que tengas cuidado”, “Ojalá tuviera más tiempo para mí” o “Sin mi hijo/a no sabría cómo vivir”?Estas son frases que muchas mamás y papás han admitido usar con sus hijos. A veces, el poder de las palabras puede detonar emociones desagradables en quienes las escuchan. En general, este tipo de expresiones impactan directamente en cómo se sienten nuestros hijos: pueden disminuir su confianza en sí mismos o incluso afectar la confianza que tienen en nosotros para comunicarse abiertamente.¿Cómo definirías la relación que tienes con tus hijos? ¿Saben expresar lo que necesitan? ¿Quién se encarga de atender esas necesidades?Todos los seres humanos necesitamos comunicarnos. Desde pequeños, expresamos algunas de nuestras necesidades a través del llanto o la risa: así damos a entender que tenemos calor, hambre o estamos cansados. Comenzamos a formar vínculos emocionales con nuestras figuras de cuidado—generalmente mamá o papá—de quienes aprendemos cómo relacionarnos y sentir que contamos con una base segura, con adultos disponibles y dispuestos a estar ahí para nosotros. Pero, ¿qué pasa cuando ese vínculo no es seguro?Respetar las necesidades de nuestros hijos es fundamental, ya que siempre dependerán de una persona adulta. Por eso, el tipo de relación que construimos con ellos va mucho más allá de solo estar presentes físicamente.Atender las necesidades de amor, cuidado y protección forma parte del apego seguro, que como personas adultas responsables debemos construir. Esto les permitirá, conforme crecen, establecer relaciones más sanas, desarrollar independencia emocional, aprender a gestionar sus emociones, reconocer su espacio propio y enfrentar los retos de la vida de la mejor manera posible.Construir vínculos sanos con nuestras hijas e hijos también significa enseñarles que estar juntos es motivo de alegría, mientras que separarse es parte natural de la vida. Crear este tipo de relaciones previene el apego ansioso, dependiente o poco saludable, y en su lugar fomenta la seguridad, la confianza y el bienestar emocional.¿Cómo saber si tengo un apego seguro con mi hijo?Estás presente y consciente en los momentos que compartes con él, sin dejar de ser tú mismo.Lo acompañas y guías, honrando tu papel como persona adulta y respetando su etapa de desarrollo, sin querer adelantarla.Sabes poner límites que lo protegen y al mismo tiempo promueven su seguridad e independencia.Expresas tus emociones con palabras, muestras de afecto físico o gestos significativos.Disfrutas su compañía, pero también valoras y cuidas tu propio tiempo.